domingo, 20 de julio de 2008

MOVIMIENTO DE MOVIMIENTOS


El régimen arremete contra cada sector social aisladamente y ellos se defienden como pueden, uno a uno; pero de lo que se trata es de crear grandes frentes sociales en defensa de la democracia y contra el totalitarismo.

Se presta mucha atención al "que" hace el régimen, pero muy poca al "porqué" lo hace; de lo que se trata es de desenmascarar el propósito de destruir las bases económicas, sociales, políticas y culturales de la democracia representativa para sentar sobre las ruinas un régimen totalitario militarista, de repercusión continental e incluso mundial.

Hemos visto a miles de venezolanos sacrificarse mostrando valentía y destreza indiscutibles, pero lidiando con el toro equivocado; cuando de lo que se trata es de identificar claramente al animal, para dar no sólo una faena admirable, sino culminarla con una estocada certera.

Ciertamente, los dirigentes de los distintos sectores gravemente afectados en sus intereses esenciales por las agresiones del régimen se comportan como si estuvieran ante un gobierno cualquiera, de los de la llamada IV República, pero un poco más bellaco y no parecen advertir que todas estos ataques corresponden a un plan orquestado para destruirlos definitivamente, de manera que no hay ningún futuro para ellos en la V República.

Hay que hacer el esfuerzo de abrirle los ojos a cada sector acerca del plan de destrucción general, para que actúen a su vez en forma conjunta. No se trata de dirigirlos sino de que nadie se encuentre solo con el monstruo.

Puede presumirse que haya sectores muy conscientes del peligro real que amenaza a toda la sociedad venezolana, pero que por temor o comodidad optan por la evasión o el escapismo; no obstante, para seguir repitiendo las palabras del profesor Manuel Rodríguez Mena: "hasta allí no podemos llegar".

UNIDAD. Una de las falacias más recurrentes de las que saturan el ambiente comunicacional es esa que pretende confundir la unidad con "candidato único", cuando se trata de términos ostensiblemente diferentes, cuando no francamente opuestos. Los candidatos únicos de la oposición son el reflejo en el espejo de los candidatos únicos del oficialismo, productos de imposición, arbitrariedad y personalismo.

Que se imponga un sólo candidato en una localidad no significa otra cosa que una prohibición para otros aspirantes potenciales, lo que es una manera muy curiosa de entender la democracia y el pluralismo, pero que conlleva aparejadas otras mentiras igualmente grotescas.

Una muy grande es pretender que todo el mundo está absorto en triquiñuelas electoralistas, al punto de no reconocer que nadie pueda ocuparse de ninguna otra cosa. Reconfortaría saber que al menos para algunos no existen problemas de inseguridad, educación, salud, vivienda, ni que nos invaden cubanos, guerrilla, narcotráfico, aunque quede la sensación de que superponen sus aspiraciones personales a eso que se conoce como los supremos intereses del pueblo.

Es curioso que no se advierta la inmoralidad que entraña este orden de prioridades, elevado a nivel mundial, olvidándose de las viudas y huérfanos de los asesinados, presos políticos, exiliados, botados de PDVSA, invadidos y expropiados actuales y futuros.

Actitud tanto más extraña cuando se constata que cada vez son más y más acreditadas las voces que tratan de llamarle la atención a esa "oposición", con epítetos que van desde pigmeos hasta imbéciles, precisamente porque no perciben nada que no sean sus mutuos codazos y zancadillas.

No hay acuerdo en torno a programas, plataformas o propuestas, ni siquiera en cuanto a unos puntos generales como estar en contra del socialismo y el centralismo, sólo hay clásicos caudillos regionales. Por otra parte: ¿Qué pueden tener en común candidatos como Enrique Salas Feo y Andrés Velásquez para representar "unidad"?

Otro punto alarmante es la manera como los analistas de la posición complementaria adoptan como propias las mismas actitudes, lenguaje, íconos y símbolos del régimen. De manera que no sólo le endilgan los mismos insultos y descalificaciones a quienes no piensan ni actúan como ellos, sino que además les niegan la mera existencia.

Llama la atención la queja que dirigen a la hegemonía comunicacional del régimen que consiste en que los medios oficiales sólo transmiten las declaraciones unilaterales del caudillo; mientras que en los medios en que ellos ejercen su propia hegemonía únicamente se escuchan a sí mismos y sólo le reconocen cierta alteridad al gobierno, de manera que llevan la injusticia hasta el absurdo, porque el régimen tiene el dominio absoluto de todo su reino y participación paritaria en el otro.

Quienes no somos del gobierno ni de "esa" oposición estamos, como se dice, jodidos, lo que no importaría gran cosa si no fuéramos bastante más de la mitad de la población del país (según el CNE).

Tanto para el régimen como para la oposición colaboracionista quienes no son ellos no tienen derecho alguno a existir. La exclusión del espacio de la conciencia cívica prefigura y antecede la eliminación física, algo que es típico de las mentalidades socialistas, totalitarias.

BOLIVARIANOS. ¿Puede una república ser "bolivariana"? Claro que no, como tampoco puede ser "islámica" o "socialista". Lo que explica que estas denominaciones hayan adquirido carta de ciudadanía es el extremismo político e ideológico de ciertos movimientos totalitarios que han querido transferirle al Estado sus propios prejuicios.

Detrás de estas denominaciones lo que se esconde es una suerte de antropomorfismo que le atribuye al Estado unos sentimientos, valores y posturas ideológicas o religiosas que sólo pueden estar en la mente de quienes circunstancialmente lo acaparan y manejan a su antojo.

Con esto se pretende, precisamente, quitar el carácter circunstancial, darle continuidad y trascendencia a un hecho completamente fortuito y eventualmente desafortunado. Esto pretendía Lénin al ponerle el apellido de "socialistas" y "soviéticas" a la unión de repúblicas con las que quería sustituir al imperio zarista.

De poco ha servido que una vez derrumbado el imperio soviético se haya vuelto a la expresión tradicional "Rusia", que al menos es un nombre como los demás, para que los Ayatolás de aquí y allá insistan en el error de atribuirle al Estado sus propias convicciones. Siempre detrás de esto está, más que una supina ignorancia, el fanatismo político e ideológico.

Nadie ha explicado porqué un Estado es "bolivariano" ni en qué se diferencia de otro que no lo sea. La misma expresión "bolivariano" no ha sido definida satisfactoriamente, como no sea una suerte de reverencia, de alabanza perpetua al puro nombre de Bolívar, que no a su vida, obra o ideario, que son completamente desconocidos para la mayoría de quienes lo han adjetivado para autodefinirse en la vida.

Es verdad que en la propia constituyente chavista hubo un intento de desechar esa denominación para la "nueva república"; pero entonces intervino el caudillo y le torció el brazo a la Asamblea para imponer su voluntad.

En aquella época nadie hubiera creído que se trataba de un proyecto continental y que se estaba buscando un denominador común para establecer la unión de repúblicas socialistas bolivarianas en imitación de la URSS que tanto inspira a los comunistas de toda Latinoamérica.

Adoptar el lenguaje totalitario, además de un error, implica sucumbir a su mentalidad, visión del mundo, simbología y a sus mitos.

La primera cadena que hay que romper es el yugo de las palabras.


Luis Marín

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