jueves, 17 de julio de 2008

La Batalla de Caracas-I



Oscar Reyes


Miércoles, 18 de junio de 2008Nota Bene: Estas ideas han nacido de un diálogo constante con mis amigos Gustavo Mujica y Virgilio Pisani, a quienes doy los créditos que les corresponden
MUERTES PORQUE SÍ
No podemos perder Caracas. Lo que nos jugamos los habitantes de esta amada ciudad en las elecciones de Noviembre del 2008 no son sólo los servicios, la recolección de la basura, el alumbrado, los parques o el catastro: nos estamos jugando la vida. Claro que un alcalde debe estar pendiente de sus funciones de políticas públicas para bien de sus electores porque en buena medida los ciudadanos lo eligen para eso.

Pero en este momento nos jugamos mucho más. No es casualidad que el gobierno se haya tomado las elecciones de Noviembre como una batalla, como la batalla de Caracas. El Presidente ha repetido hasta la saciedad la frase que da inicio a esta reflexión: no podemos perder Caracas. Nosotros tampoco.

El gobierno entiende lúcidamente que el triunfo en Libertador y en la Metropolitana decidirá el rumbo político del país los próximos años y que deben ganar estas dos alcaldías para poder sobrevivir políticamente. Los ciudadanos tenemos un interés algo diferente, pero igualmente se trata de una batalla por la supervivencia: para ambos se trata de una lucha por la vida. Ellos quieren sobrevivir políticamente: nosotros queremos que no nos maten.
Nuestra ciudad ha sido secuestrada por el hampa, por la violencia: en Caracas cada fin de semana puede haber más de un centenar de inocentes ciudadanos asesinados de manera impune pues menos del 6% de esos asesinatos son resueltos policialmente y los asesinos capturados, juzgados y encarcelados.

Tanta impunidad hace que de facto vivamos en un estado de sitio que nadie ha decretado pero que funciona de manera tenebrosa en los barrios populares, donde los ciudadanos tienen que correr a sus casas antes de que se desaten los demonios de la violencia y los maten por un par de zapatos de goma, por un celular, para robarles una moto, para robarles el pasaje de un jeep o para robarles el taxi.
29 policías han sido asesinados en lo que va de año. Trágicamente, se han convertido en un target para los malandros. Los asesinan y les colocan las placas en el pecho como trofeo sangriento. Es la manera de graduarse de jefes, de capos.

Ya están filmando con las cámaras de sus celulares esas ejecuciones a mansalva para ponerlas en Internet y que las bandas enemigas puedan ver sus atroces actos de grado: cuidado, témeme, mira de lo que soy capaz.
Sólo una política coordinada entre los diversos alcaldes del área metropolitana, junto con la sociedad civil organizada, pueden lograr la presión suficiente para que el Ejecutivo, a través del Ministerio del Interior y Justicia, cumpla con su deber constitucional de garantizarnos la seguridad ciudadana. Este es el tema que más preocupa a los ciudadanos. Vean las encuestas: por algo el Presidente ha comenzado a tomar en cuenta el tema de la inseguridad en sus alocuciones. En un país de 27 millones de habitantes, tenemos 14.000 muertes violentas al año, mucho más que en la guerra de Irak.

El cineasta Michael Moore en el documental Bowling for Columbine que ganó un Oscar estaba aterrorizado porque en Estados Unidos había 11.000 muertes violentas al año. Bueno, pero ellos son 300 millones y nosotros 27: en algo teníamos que ganarles. Ojalá fuera en riqueza y pujanza.

EL PRIMER DERECHO: LA VIDA Hasta ahora, ninguno de los candidatos a las diferentes alcaldías que dibujan el mapa político de Caracas se ha ocupado de este tema. ¿Qué están esperando? Los precandidatos se han dedicado a una batalla campal en la que, sin consultar al pueblo, se están endilgando una representación que aún sigue muy difusa. Cómprame que yo soy el más bonito, el más eficiente, porque mi partido es el más radical: yo te garantizo que te llevaré al cielo. Pero si Caracas antes era la sucursal del cielo, ¿adónde piensan llevarnos ahora? ¿A Vancouver, a Ginebra? No pretendemos que los candidatos dejen de competir, pues eso es lo normal en política y todos ellos y ellas tienen sus legítimas ambiciones de poder: que no las tuvieran sí sería una verdadera aberración.

Por eso, nunca le crea a un político que le dice que no aspira a nada porque está tratando de engañarle. Nosotros tampoco somos mejores, pues nos hemos equivocado votando por los peores gobiernos de los 40 años del puntofijismo y por el actual, que ya es peor que todos los anteriores juntos: también nos hemos equivocado al apoyar la antipolítica, al dejarnos manipular por empresarios, por periodistas que son amateurs en política pero que tienen los colmillos igual de afilados que aquellos a quieren a diario culpan de todos los males nacionales. Nos hemos equiovocado como nación al apoyar a Carmona Estanga y Carmona. La sociedad civil tampoco ha sido mejor que los políticos. Dele usted el poder a un empresario (sociedad civil) y le sale Carmona Estanga. Hermanos, si los seres humanos fuéramos ángeles no necesitaríamos gobiernos, como dijo Jefferson.

Tenemos que asumir que todos somos débiles, ambiciosos, y capaces de corrompernos. Pero que aun así hemos aprendido a punta de golpes, enterrando seres muy queridos, que tenemos que ponernos de acuerdo para poder sobrevivir como sociedad, para que no nos lleve el diablo. Justamente para eso es que sirve el poder político bien orientado, y hay que buscarlo con ese objetivo: eso es lo que nos jugamos en la Batalla de Caracas.
A mucha gente le da asco cuando se cita la necesidad de lograr el poder. Lord Acton dijo, comentando la revolución francesa, que el poder corrompe, y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Esa es una verdad grande como una casa, y por eso, antes de darle el poder a alguien, uno debe preguntarse: ¿poder para qué? Usualmente, es el pueblo quien da ese poder y quien lo quita y por eso es llamado el soberano en las democracias.

En Venezuela se lo ha dado a muchos políticos perversos, pero también se lo ha entregado y renovado a muchos dirigentes honestos y trabajadores que representan lo mejor del gentilicio venezolano, que han podido pasar por el tremedal de la política venezolana de los últimos diez años sin ensuciarse ni apestar, a punta de trabajo abnegado e incansable, como si fueran apóstoles en medio de una guerra.
Usted es quien da el poder, usted es el que vota: piense bien para qué quiere darle el poder a sus alcaldes. Piense bien cuál es el problema más grave que usted desea que sus alcaldes afronten y estamos seguros de que una gran mayoría de los ciudadanos responderá: queremos recuperar la seguridad ciudadana, queremos que no nos maten impunemente, queremos que nuestros niños puedan volver a jugar en los parques, queremos poder volver a caminar sin miedo por las aceras, transitar por nuestros barrios sin que un pobre muchacho enloquecido nos aceche en la sombra para dispararnos a la cabeza un fin de quincena en que cobramos cuatro lochas y tuvimos la mala estrella de llegar tarde a la escalinata. El primer derecho humano es el derecho a la vida: si ese derecho no está garantizado, nada está garantizado, porque no podemos disfrutar los otros derechos humanos si estamos muertos.
EL DEBATE, ESTÚPIDO: EL DEBATE Este es un tema que trasciende el falso dilema gobierno-oposición. Nadie nos pide un carnet político antes de darnos un balazo para quitarnos una camioneta, una tarita, un taxi patasblancas.
El gobierno tiene la ventaja de que cuenta con un candidato único desde la partida. La oposición ha jurado que va a ir unida en todas las alcaldías para tener más oportunidades de derrotar al oficialismo. Bravo. Pero: ¿derrotarlo para qué? ¿Solamente para sacar a Chávez? Ese argumento, en Caracas, no va a convencer a los ciudadanos del amplio espectro del centro indeciso que llaman ni-ni y menos a los que siguen queriendo al presidente pero que desean una política que oxigene a esta ciudad asfixiada por esas muertes sin sentido, muertes porque sí como decía Borges de Billy The Kid en Historia Universal de la infamia. El argumento del simplismo antichavista funciona en Chacao, donde, aunque haya tres candidatos (óigase bien, tres candidatos, no tres precandidatos) la oposición igualmente triunfaría de calle frente al candidato puesto a dedo desde Miraflores.

Hasta en esto Chacao es un espacio político excepcional. Pero en Libertador y la Metropolitana, la unidad tiene que ser blindada: no podemos perder Caracas. Los partidos de la oposición le han prometido a sus electores que van a ir unidos una vez que puedan detectar cuál es el candidato que tiene más chance ante el profesor Aristóbulo Istúriz y el psicólogo Jorge Rodríguez. ¿Y? Eso no es difícil de prometer ni de cumplir. Todo el que se dé cuenta de que no tiene vida en las encuestas a última hora va a declinar a favor del que tenga más chance (lo llaman saltar la talanquera a tiempo): han aprendido en los cuellos políticos cortados de Alfaro Ucero y de Irene Sáez. Hasta Julio Borges lo entendió en Diciembre del 2006. Si no lo hubiera hecho, los electores lo habría guillotinado políticamente, y como bien le dijo Pedro Estrada a Pérez Jiménez: 'Mi general, pescuezo no retoña.' La presente reflexión se hace entonces a partir de tres preguntas: ¿poder para qué? Ante lo cual les sugeriríamos a todos los precandidatos que pensaran bien en todos los grandes dramas que vivimos los caraqueños, especialmente el de la violencia, el de las muertes porque sí. El segundo punto es que no creemos que los ciudadanos tengan problemas en darle el poder al mejor candidato del gobierno o de la oposición, porque eso está pasando en este país desde las elecciones de Salas Römer vs. Chávez en el 2008, con los despojos políticos de Irene Sáez y Alfaro Ucero como testimonio (lo llaman polarización). Las elecciones del 2006 fueron otro ejemplo de que el pueblo ha aprendido de política muy a su pesar, porque la política se ha convertido en una herramienta necesaria hoy en día hasta para comprar leche en polvo en Mercal o para ser atendido en Barrio Adentro (lo llaman la lista Tascón). Por eso, que un candidato X o que la oposición le prometan a usted, que le juren escupiendo en la tierra y pisando fuerte que ellos van a apoyar al mejor gallo no tiene ningún valor en sí porque todos ellos saben que ni lo hacen se suicidan. Algunos tratarán de cobrar por retirarse, y muchos se lanzaron sabiendo que no tienen chance simplemente para negociar su retirada en bolívares fuertes. Esos son los gajes del oficio: pero muchos de nosotros no lo habríamos hecho mejor si tuviéramos esa oportunidad, vamos a dejarnos de hipocresías, porque uno de los dichos nacionales es 'pónganme donde hay'. Habría que ser como la Madre María de San José para resistir esa tentación y por eso todos nosotros nos vamos a pudrir, a diferencia de nuestra idolatrada beata que reposa en Maracay incorrupta, haciendo milagros en olor de santidad y en espera de su definitiva beatificación.
Las encuestas tampoco tienen un valor especial en sí, porque una vez que todos vean el chance que tienen o no, se retiran exigiendo una mascadita para pasar el desierto con los gastos cubridos hasta la próxima elección. No los estamos condenando por eso, pues aunque es incorrecto, es lo que va a pasar: pero tenemos que triunfar aun a pesar de esas debilidades humanas. Aquí no estamos hablando del deber ser sino de lo que decía la ontología de Los Amigos Invisibles; "Esto es lo que hay." El problema lo vamos a tener de aquí a Agosto u Octubre, y ya está sucediendo. Algunos partidos quieren que la oposición se case con un nombre desde ya: para ello, bien valen las macoyas de viejo cuño o presentar una encuesta chimba para tratar de acelerar un proceso que, pese a todo, aún está muy jojoto. Hermanos: ninguna encuesta que le presenten de aquí a Septiembre es confiable si en ella no están incluidos todos los precandidatos, incluidos los del gobierno y los de la oposición que recién se están lanzando o que se lancen de aquí a que se cierren los lapsos de inscripción (se llama Cuantitativa I y Cualitativa I y me la enseñaron Sir Friedrich Welsch, mi maestro en la USB, y mi apreciada Natalia Brandler). Y ni siquiera: se pueden inscribir tantos como podamos, porque eso quiere decir que tenemos muchos líderes. Nosotros no podemos impugnar ni inhabilitar a nadie porque lo decida un cogollo de partido o el dueño de un importante medio de comunicación (no somos Clodosvaldo Russián), porque si perdemos ese empresario no va a pagar los platos rotos: los pagarán los políticos honestos, los ciudadanos heroicos que nuevamente salgan a votar y a defender cada voto en cada urna.
En resumen, los ciudadanos no podemos permitir que nos impongan desde el cogollo de un partido o mediante una encuesta chimba pagada por unos empresarios pillines ni por la estupidez de ciertos dueños de medios bienintencionados pero irresponsables en política, que el candidato de la oposición sea un bate quebrado. No podemos perder Caracas: nos estamos jugando la vida en ello. Los empresarios y los magnates de los medios tienen carros blindados y guardaespaldas y a la hora de las chiquitas se pueden exilar en Westonzuela, Miami, Florida, donde muchos de ellos hace rato que tienen tremendos chalets. ¿Usted tiene un chalet en Florida? ¿Usted siquiera califica para que le den la visa americana? ¿Pa' dónde va a coger? Es que incluso ni usted ni nosotros queremos irnos de aquí, porque amamos este país donde vimos la luz, donde nos trajeron nuestros padres emigrantes o el que elegimos desde una tierra lejana y hostil, este hermoso país adonde muchos vinieron a cumplir su sueño.
EL DEBATE El espectáculo de Chacao da un poco de risa, pero no es grave porque allí la oposición gana aunque tenga tres candidatos. Pero Caracas es diferente: Caracas es un bastión para el gobierno, y por eso han reiterado hasta la saciedad que aquí van a dar su batalla decisiva. ¿Nos hemos enterado en la oposición de que estamos en la inminencia de una batalla política de tales magnitudes? Esta reflexión quiere señalar dos puntos finales. Primero, no se trata de un panfleto contra ningún precandidato de la oposición. Segundo, simplemente nace como una advertencia de que si nosotros nos hemos dado cuenta, es porque el pueblo –ya que nosotros también somos el pueblo- igualmente se ha dado cuenta. Pensamos que los empresarios que se pongan a invertir en encuestas chimbas en este momento para tratar de imponer candidatos dóciles con los viejos métodos están botando sus reales. Están siendo manipulados por los mismos bichitos de siempre, que les proponen el carro ganga, la manera más fácil de tomar el poder y de sacar al Presidente sin sudar mucho, sin subir cerro, como lo hicieron durante los últimos diez años. No se extrañen pues si el pueblo nuevamente los castiga, tal y como lo ha hecho desde el infausto 1998 hasta el alentador 2007.
Debatan; siéntense en mesas en las plazas, en los programas de radio que se arriesguen a cubrir tales debates. El candidato que no quiera ir está ponchado. Y el medio de comunicación que no quiera cubrir estos debates está botando la bola. Igual los van a cubrir, porque esos debates darían un rating bestial. Y para los candidatos que están ensartados porque se pusieron a bailar con el diablo y ahora no saben como soltarse de ese abrazo de la muerte, es una manera elegante –e incluso muy democrática- de salirse de ese paquete incluso negociando su 'elegante y patriótica renuncia a favor del mejor gallo'. ¿En base a qué van a pensar y decidir los ciudadanos cuál es el mejor candidato para salvar esta ciudad sitiada, para ganar la batalla de Caracas? Tiene que ser en base a un debate de programas, de soluciones consensuadas –el problema de la inseguridad de primero- que le puedan permitir de manera sincera a ese pueblo, a ese soberano, saber cuál gallo es mejor. Sólo si los gallos compiten en la gallera uno sabe si el jabao es mejor que el pataruco. Uno llega a un Mundial de fútbol sólo cuando le ha ganado a Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Paraguay, Colombia. Eso no lo decide la Federación y menos un canal deportivo. De igual manera, sólo sabremos cuál es el mejor candidato y el mejor equipo si los candidatos y los equipos juegan, es decir, si debaten. Y ese es un derecho que nadie puede quitarle a los venezolanos, y si lo intentan créannos que los pájaros bravos serán castigados y derrotados nuevamente por el vengador Chávez. Aprendan de Obama ve. Hilary. Si confiamos el año pasado en la inteligencia del pueblo para que analizara la reforma y dijera no (y a partir de allí dijo NO) ¿vamos a bajarles el copete y a decidir por ellos en unos cogollos, con unas encuestas chimbas que no se pueden validar porque no están TODOS los precandidatos de la oposición ni los del gobierno? Debatamos, gallo a gallo, rolo a rolo, tolete a tolete, y luego vemos cómo evolucionan las candidaturas, vemos encuestas en Agosto y ahí decidimos. Retemos a debate a los candidatos del gobierno: no van a ir porque el culillo es libre, pero nosotros ganamos. Acuérdense lo que les pasó cuando se negaron a debatir la reforma constitucional el año pasado. El debate debe incluir a TODOS los precandidatos: los rayados y los que vienen con el rostro limpio, los que son mediáticos y los que no salen ni en La Hojilla.
La sociedad civil ya se está organizando para presionar porque el debate sobre la seguridad ciudadana sea un acuerdo por la vida que involucre tanto a los alcaldes que consiga el gobierno como a los de la oposición. Y esas centenares de viudas de taxistas, de motorizados, las madres que han tenido que enterrar a sus hijos, las viudas de los policías, tienen un peso humano terrible, lamentable porque proviene de una terrible tragedia común.
El que tenga ojos que vea: y el que tenga oídos que oiga.
Con Gustavo Mujica y Virgilio Pisani
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