martes, 1 de julio de 2008

Julio Dávila Cárdenas // La prudencia política

Un buen gobernante, en una democracia, debe saber conducir a su pueblo, con prudencia
De acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello.
Además, se le asocia a la moderación y a la templanza, así como a la sindéresis. Se le identifica también con la circunspección, el buen juicio y la precaución.
La prudencia política es aquella dirigida a lograr el bien común.
Santo Tomás nos enseña acerca de la prudencia política con la metáfora del barco, cuando nos dice: "La nave, que se mueve por el impulso de vientos diversos hacia lugares distintos, no llegaría al fin previsto si no fuera dirigida hacia el puerto por un timonel competente", y Norberto Bobbio descubre otra, la del laberinto, que tiene alguna salida, pero ni el filósofo sabe cual es, pues él también está en la misma situación de los demás. Su tarea es la del prudente que enseña "a coordinar los esfuerzos, a no arrojarse de cabeza a la acción, y al mismo tiempo a no demorarse en la inacción, a hacerelecciones razonadas, a proponerse, a título de hipótesis, metas intermedias, corrigiendo el itinerario durante el trayecto si es necesario, a adaptar los medios al fin, a reconocer los caminos equivocados y abandonarlos una vez reconocidos como tales".
De manera pues, que un gobernante no puede pecar de imprudente ni de intemperante, porque ello no le permite tomar decisiones razonadas, sólo le conduce a lograr situaciones indeseables para sus gobernados.
La prudencia no consiste en rectificar, sino en discernir y distinguir lo bueno de lo malo. Todo ser humano puede errar, pero errar continuamente, no es muestra de prudencia ni de sabiduría. El gobernante debe poseer valores morales acendrados, para poder conducir el barco a buen puerto, y debe estar consciente de que no siempre el éxito, es sinónimo de buen logro. Así, tanto el hombre que elabora la bomba atómica, como el que sabe manipularla y lanzarla con precisión infinitesimal sobre sus objetivos, obtienen éxito, pero hacen abstracción de la ley moral y de la moralidad que de ésta deriva sobre el acto humano.
Los actos humanos no pueden juzgarse únicamente por la perfección o imperfección de sus resultados externos, por eso que llamamos el éxito.
Los gobernados debemos tener presente la palabra del Evangelio: "Por sus frutos los conoceréis. ¿Se cogen por ventura racimos de los espinos o higos de los abrojos? Todo árbol bueno da buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. No puede árbol bueno dar malos frutos, ni árbol malo frutos buenos".
Un buen gobernante, en una democracia, debe saber conducir a su pueblo, con prudencia, para obtener el bien para todos, sin discriminación. Esto, claro está, si es un demócrata, ya que si no lo fuera, probablemente tratará de conseguir provecho para él y para los suyos.
jdavilac@cantv.net

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