sábado, 6 de septiembre de 2008

El País Chatarra


Paulina Gamus

Cuando se produjo el último apagón no estaba ni atrapada en un ascensor ni conectada a un respirador artificial o a una bombona de oxígeno ni me estaban operando ni estaba en el metro como tantos miles de caraqueños. Estaba cómodamente recostada en mi cama viendo televisión. No pude usar los teléfonos de mi casa porque están incorporados a una central eléctrica, pero tampoco funcionaban los celulares: llamé a no menos de siete de igual número de miembros de mi familia y fue imposible comunicarme. Volvió la luz cuarenta minutos después cuando estábamos a punto de quedarnos sin agua porque vivimos en un octavo piso. Al rato otro corte relativamente breve y después la aparente normalización en Caracas y en las ciudades importantes, porque algunas de menor población electoral -cuando escribo esta nota cuatro días después- continúan sin luz y sin agua. Recordamos entonces que tres o cuatro meses antes se había producido otra falla eléctrica en casi todo el país, con una mayor duración. El militar presidente o presidente militar de lo que antes fue la Electricidad de Caracas, ahora empresa revolucionaria y por supuesto “de todos”, atribuyó entonces la falla a un incendio en un basurero cercano a no recuerdo cuál planta generadora de electricidad. A pesar de la explicación reveladora de la indefensión en que nos encontramos los 27 o quien sabe cuántos millones de habitantes de Venezuela, el gobierno revolucionario y socialista del siglo XXI, nunca se ocupó de explicarnos las verdaderas razones de aquella falla. Lo más probable es que ésta segunda y las que vengan hasta el año 2014 cuando supuestamente los problemas de energía eléctrica quedarán totalmente resueltos, tampoco merezcan la atención del presidente, nuestro ciudadano del mundo, en esos momentos ocupado en dictar cátedra revolucionaria y anti imperialista en un país tan cercano a nosotros, hermanazo del alma, como Suráfrica.
Por suerte la computadora, la nevera y otros artefactos eléctricos de mi casa tienen reguladores de voltaje, de lo contrario se habrían dañado como le ocurrió a centenares de usuarios que salieron a manifestar su descontento nada menos que en Puerto Ordaz, la ciudad donde los presidentes de la vituperada Cuarta República se preocuparon por construir la Represa del Guri -llamada luego Raúl Leoni en homenaje a su iniciador- una obra monumental de ingeniería hidroeléctrica capaz de dotar de energía no solo a toda Venezuela sino además a otros países del continente suramericano. Dos días después leíamos en la prensa que en el Zulia, el estado que produce la mayor cantidad de petróleo en el país, sería regulado el servicio de electricidad porque la empresa revolucionaria y socialista del siglo XXI que lo presta, no está en capacidad de complacer a tanta gente. Esa es la broma, ahora con la revolución como todo es de todos, todos quieren tener luz eléctrica y televisores y neveras y computadoras y la revolución no está aún preparada para esa demanda tan alta de los felices consumidores venezolanos.
Inevitable pensar qué habría pasado si en el momento del corte eléctrico, las fuerzas malvadas y traicioneras del Imperio hubiesen aprovechado para invadirnos. Claro que tenemos fusiles, helicópteros y submarinos rusos, pero caramba ¿cómo se iban a comunicar el ministro de la Defensa y los comandantes militares sin teléfonos ni radios y a medias con celulares? Y, lo más grave, con el comandante en jefe y candidato a Mariscal de Campo paseando por Suráfrica. En otras palabras huérfanos y desamparados. Quedaba entonces un solo recurso defensivo de la patria: la delincuencia organizada y la desorganizada, únicas milicias superiores a la gloriosa fuerza armada nacional.
Como si todas las maldiciones se hubiesen cernido sobre la patria de Bolívar ahora de Chávez, se desplomó el puente sobre el río Tigre que une el sur de Monagas con el Estado Bolívar. La cosa fue porque en 53 años sólo se le ha hecho un mantenimiento. Pero no importa, como este es un país preparado para la guerra simétrica y asimétrica, van a instalar un puente de guerra. ¿Ya habíamos hablado de los helicópteros rusos, verdad? El fatídico miércoles 3 de septiembre uno de ellos se estrelló afortunadamente sin víctimas que registrar. Según la noticia publicada en uno de esos medios de comunicación oligarcas y pro imperialistas, éste es el segundo helicóptero ruso Kazan que sufre daños graves, mientras un tercero está averiado.
Todos esos incidentes resultan banales, casi inocuos ante la grandeza de los proyectos en marcha que permitirán a la revolución socialista y chavista de los siglos XXI, XXII y XIII (por ahora) extenderse por el mundo como lo logró en su tiempo el Imperio romano y en el caso de América las colonias española, portuguesa, inglesa y en grado menor la francesa. Uno de ellos es el ferrocarril que unirá a Caracas con Buenos Aires. No he leído nada sobre esta magna obra en la prensa local, pero en una noticia de EFE que me envía un amigo desde Argentina se lee: “una empresa privada argentina y otra estatal venezolana buscan unirse para construir vagones de trenes que permitan abastecer la demanda de estos dos países, con miras a un ambicioso proyecto ferroviario para unir Caracas y Buenos Aires. De acuerdo con la iniciativa, la manufacturación de los componentes se haría en Argentina bajo licencia de un fabricante brasileño, mientras que el ensamblado se haría en talleres de Venezuela. La gran apuesta de la empresa mixta será la de convertirse en proveedor del proyecto del Tren del Sur, para unir Caracas y Buenos Aires, iniciativa que auspicia el presidente venezolano Hugo Chávez, y que demandaría una inversión de 9.000 millones de dólares”. Aunque la noticia no dice quién pondrá la plata no es difícil adivinarlo.
Días atrás un grupo de señoras evidentemente miembros del soberano y no de la burguesía contrarrevolucionaria, marcharon con un gran cartel que decía: “Ahora Venezuela es de los chulos: Fidel, Evo, Ortega, Correa, Kirchner. Y el venezolano que se j…”. Como agregado a la política del chuleo, un excelente y muy ilustrativo artículo de nuestro admirado amigo Fernando Mires, en analítica.com, revela como -con la anuencia del gobierno de Honduras, sede de la reciente cumbre del ALBA- el periodista Alberto Padilla declaró a CNN que entrar al ALBA no obligaba a Honduras a nada y a cambio le garantizaba petróleo baratísimo. Otro nombre para agregar a la lista de los chulos del país chatarra.
paugamus@intercable.net.ve

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