miércoles, 17 de septiembre de 2008

Antonio Cova Maduro // Desesperación

El hombre está desesperado porque nada sale como tiene que salir...
Es un término que hace rato es constante compañía de los venezolanos, lo cual la convierte en una muy mala consejera. Pasa el tiempo y no hay desenlace a lo que nos aqueja. Quizás por eso es la pregunta más insistente que nos hacemos en cada rincón de Venezuela, y hasta más allá: ¿hasta cuándo? Los venezolanos, a ratos, parecen haber perdido toda esperanza (por eso la primera significación del término es el de "pérdida de la esperanza", una sensación de haber sido abandonados por Dios) y creen, con espanto, que estos diez años pueden tornarse eternos. Como cuando nos enfermamos, que creemos que jamás sanaremos, que esa condición llegó para quedarse& hasta que las cosas ¡comienzan a cambiar!
Al lado de esta primera definición, aparece la de pérdida de la confianza. La desesperación, entonces, nos genera una gran inseguridad. Hemos perdido la confianza, tanto en que las cosas funcionen como se espera, como en los demás y, peor todavía, en nosotros mismos. Es en esta última idea donde quiero poner el acento hoy. Y quiero hacerlo en la misma onda de mis últimos ar- tículos. Se trata de analizar lo que con angustia estamos viendo como un producto de la desesperación.
Lo que nos lleva a intentar despejar lo que el término significaría cuando pretende aplicarse al Único. Prestemos atención. De continuo, locutores, analistas y expertos, por cuanto medio de comunicación tienen a su alcance, nos insisten en que es que "el hombre está desesperado"; y dado que ese estado, para la mayoría de la gente, siempre va acompañado de agitación, nerviosidad y hasta intensa sudoración, la palabra misma se va devaluando. ¿Cómo puede alguien estar desesperado si no presenta signos externos de ello? A estas alturas, cualquiera podría sugerir que cuando alguien está desesperado no sale airoso de las acciones que emprende, sino que éstas le hunden cada vez más.
En el caso que nos ocupa pueden apuntar, incluso, a que "hasta ahora el tercio se va saliendo con la suya" y no parece haber temor, sino osadía en la conducción de sus acciones. La conclusión, entonces, para muchos no puede ser otra que la de que "no parece que este hombre esté desesperado, ni que sus acciones sean producto de la desesperación". Si no lo son -y aquí viene la coletilla usual- entonces obedecen a una fría y hasta ahora exitosa estrategia. Pero el debate adquiere súbita importancia porque lo acaba de asumir, en el mismo sentido, nada menos que el vocero oficial del gobierno norteamericano.
Lo que Evo y Chávez han hecho, sentencian estos voceros, es justamente "producto de la desesperación". Con ello la opinión nacional parecería verse resarcida y, por tanto, convencida contundentemente. Es en este preciso momento, para ayudarnos a salir de este atolladero, que aparece la dramaturga Yasmina Reza (autora de Art, que pudimos ver en Caracas hace unos meses). Invitada por Sarkozy para acompañarle en su campaña, acaba de publicar un libro sobre esa experiencia. "Lo que me fascina sobre los hombres de poder, dice, es lo ingenuos que son, a pesar de su cinismo. Sarkozy, con una credulidad casi infantil a veces, creía que podía hacer cualquier cosa y por ello, una vez en el poder, cayó en shock al ver cuán poco podía hacer. En una campaña -continúa la Reza- uno puede tener, o mostrar, la trayectoria de un conquistador; en el poder, eso no es posible. La tragedia de los hechos se impone". Estamos frente a lo que hemos machacado una y otra vez: los hechos se imponen, no importa cuánta confianza se tenga en que lo harán siempre de acuerdo con lo que uno espera de ellos.
Eso es lo que significa la desesperación: se pierde la esperanza, se nubla la confianza, precisamente porque irrumpen cosas que no esperábamos y que sabotean lo que queremos. ¿Por qué tienen que ser tan torpes y confiados los de las FARC? ¿Por qué meten en esas computadoras todo lo que deberían celosamente ocultar? ¿Por qué Evo y su gente despliegan tanto abuso de poder y por qué no se amedrenta ni ceja la oposición boliviana? ¿Y por qué los apagones no cesan? ¿Por qué, en fin, las condenadas cosas no se presentan como las requiere esta menguada revolución?
El hombre está desesperado porque nada sale como tiene que salir, y porque en nada ni en nadie puede confiar. Y lo más grave, el condenado precio por barril no hace otra cosa que bajar y bajar justo cuando lo necesita arriba. Y esa baja sostenida devela la trama entera de lo que lo tiene al timón todavía. ¿Será un golpe, o más bien una paliza, la que se lo arrebatará? Antave38@yahoo.com

No hay comentarios: