lunes, 29 de septiembre de 2008

Autogolpe

Marcos Ramos


La maniobra es tan grotesca que no logra engañar a nadie; ni siquiera a los propios chavistas. Justo en los momentos en que se debate el caso del maletín; justo en los momentos en que la oposición ha logrado la unidad y aparece como potencial ganadora en los comicios de noviembre; justo en los momentos en que se levanta una protesta general frente a las 26 leyes ilegales; justo en los momentos en que la inflación ha escapado definitivamente al gobierno de las manos; justo en los momentos en que surgen en Venezuela una serie de protestas sociales, el presidente Chávez ha decidido que ha llegado el momento de jugar la carta marcada: la del autogolpe.

La escalada autogolpista es notoria: 1) Provocar a los EE UU a través de una alianza con el imperio ruso 2) Crear una situación internacional hipertensa que permita subsumir la política nacional bajo la lógica militar 3) Inventar una conspiración magnicida, como la inventaron Hitler y Pinochet, creando un clima de persecución e inseguridad entre la oposición.

Los pasos que siguen son más que evidentes: 4) Llamar a las “masas” a apoyar la lucha en contra del imperio y “los magnicidas” 5) Suspender las garantías constitucionales 6) “Depurar” lo que queda de las FAN 7) Suspender las elecciones de noviembre o realizarlas bajo estricto control militar, con el objetivo de asegurar el triunfo electoral mediante fraudes.

La simbólica unidad militar con el imperio ruso, no tiene otro propósito que provocar un conflicto internacional con los EE UU, llamado por Chávez, el “Imperio”. En la lucha en contra del “Imperio” busca Chávez unirse con la nación más imperial de nuestro tiempo que es Rusia, cuyo gobierno comete genocidios espantosos en Chechenia y bombardea la democrática Georgia. Pero no sólo es la más imperial. Es Rusia la más capitalista, la más neoliberal del mundo. Comparado con el capitalismo norteamericano –reglamentado por un riguroso sistema impositivo y por una compleja política social- la economía de los rusos, regulada a través de mafias, mercados negros, y asesinatos políticos, representa el capitalismo más salvaje y antihumano de la modernidad. Nadie que se diga socialista podría imaginar que esa nación colonial, imperial y neo-liberal, pueda ser una alternativa de lucha en contra del “imperio”. La función que cumple la unidad militar con el putinismo es, por lo tanto, otra: provocar una reacción de los EE UU a fin de destruir la democracia venezolana y asegurar la permanencia militar del chavismo en el poder.

Como los norteamericanos –concientes del juego que se trae Chávez en coordinación con Morales- han mantenido la calma sin dejarse provocar, Chávez expulsa al embajador norteamericano y amenaza con disminuir los suministros de petróleo hacia los EE UU. Y si eso no basta, intentará otra medida, después otra; su desesperación no tiene límites. El invento de la guerra en contra del “Imperio” y el invento del magnicidio, son las dos caras de la misma moneda fraguada por el gobierno. Es de esperar que EE UU siga manteniendo la calma.

Cabe esperar que la oposición venezolana también mantenga la calma Pero mantener la calma no significa quedarse quieto. Hoy más que nunca es necesaria la unidad de la oposición y de la sociedad civil. Hay que salir en forma ordenada a denunciar el autogolpe. Es necesario que tanto partidos y organizaciones democráticas, iglesias y estudiantes, e incluso, chavistas constitucionales, se unan bajo la consigna: “No al autogolpe”. Hay que denunciar la grotesca farsa donde sea y como se pueda; en la calle y en la prensa, en cada acto electoral.

Aquello que hoy está en juego no es un magnicidio ni la lucha en contra de un supuesto imperio, sino el derecho soberano de los venezolanos a elegir sus propios representantes.

El pueblo venezolano está siendo víctima de un complot organizado desde el Estado.

¡Hay que frenar el autogolpe!: es la tarea del momento

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