por Héctor Torres
Montañoso,
abrumado,
indescifrable,
rojo como la brasa que se apaga,
anda fornido
y lento por la vagasoledad de su páramo incansable.
El armado testuz levanta.
En esteantiguo toro de durmiente ira,
veo a los hombres rojos del Oeste
y a los perdidos hombres de Altamira.
Luego pienso que ignora el tiempo humano,
cuyo espejo espectral es la memoria.
El tiempo no lo toca ni la historia de su decurso,
tan variable y vano.I
ntemporal,
innumerable,
cero,
es el postrer bisonte
y el primero.
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