domingo, 5 de septiembre de 2010

P . . . . y LOCOS

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA
Si el caso de la condenada iraní desenmascara en toda su crudeza la brutalidad y la profunda abyección de un régimen medieval que sobrevive en el siglo XXI gracias a sacerdotes reaccionarios y despóticos, el asesinato de Franklin Brito – aupado por todos los funcionarios del régimen - desnuda las vísceras de un régimen militar profundamente corrupto, tiránico y retardatario.

En uno de sus sarcásticos y mordaces editoriales, siempre justos y oportunos, Teodoro Petkoff – sin duda, junto a Pompeyo Márquez en el pasado uno de los más legítimos y valiosos de los líderes de valía mundial de esa izquierda extraviada que hoy nos desgobierna – ha hecho mención del ominoso silencio de las mujeres prominentes del régimen. Ayer feroces combatientes por la justicia y la libertad, hoy cómplices vergonzantes de los atropellos y violaciones de quien las emplea como punta de lanza de las zonas más álgidas del Poder. La razón de su reclamo: el silencio de las mencionadas funcionarias ante el aberrante caso de Sakineh Mohammdi Ashtiani, una mujer iraní, presa desde hace cinco años, torturada y apremiada a confesiones falaces y condenada a ser apedreada hasta la muerte – dilapidada – por la supuesta infidelidad hacia su esposo.

El aparato informativo del régimen iraní, dirigido por quien será la perfecta reproducción de nuestro Goebbels criollo, el señor Izarra, pretende descalificar la campaña a favor de la condenada a muerte llevada a adelante internacionalmente por la primera dama de Francia, Carla Bruni, acusándola de ser una puta. Como la infiel. Caso de infamia ejemplar como para que nuestras funcionarias rompieran el himen de su compromiso con el teniente coronel que las emplea y tuvieran, sino el coraje, por lo menos la decencia de pronunciarse al respecto. No lo harán, con lo cual mostrarán la catadura que las singulariza. Pues la revolución es el perfecto mentolato moral: sirve para justificarlo todo. Incluso el asesinato. Como en el caso Brito.

Pues sumarse y servir a un militar despótico y atrabiiario, por las razones que sean, supone la abyección moral de quienes le sirven. La misma que deja de manifiesto la declaración del mismo Izarra cuando señalaba, mientras Franklin Brito agonizaba bajo las garras de los médicos del horror del Hospital Militar, que ya “olía a formol”. Anticipando su asesinato. La misma que llevó a quien jamás debió llegar a ser fiscal general de la república – otra de las mujeres del teniente coronel - , que no estaba en sus cabales. La que alimenta los egos de las otras mujeres del coronel, desde Luisa Estela Morales a la Srta. Rodríguez, y desde Cilia Flores a Jacqueline Farías.

Si el caso de la condenada iraní desenmascara en toda su crudeza la brutalidad y la profunda abyección de un régimen medieval que sobrevive gracias a sacerdotes reaccionarios y despóticos, el asesinato de Franklin Brito – aupado por todos los funcionarios del régimen, hombres y mujeres, ministros, parlamentarios, jueces y periodistas con una unanimidad que provoca náuseas – desnuda las vísceras de un régimen profundamente corrupto, tiránico y retardatario. Un régimen para los cuales el coraje y la decencia son atributos de putas y locos. Y la decencia patrimonio moral de quienes disfrutan con el sufrimiento ajeno.

Putas y locos. ¿Dónde estarán las putas, dónde los locos de verdad, en este régimen bolivariano?

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