domingo, 4 de octubre de 2009

Marta Colomina // Libertar a El Libertador


El espíritu de Bolívar se ha convertido en el rehén político más vejado y mancillado de todos
Todos los pueblos rinden culto a sus héroes y no pocos de ellos otorgan rasgos de divinidad a quienes expusieron su vida para lograr la independencia nacional.

Venezuela ha erigido como líder de sus próceres a Simón Bolívar, no gratuitamente calificado como El Libertador. En cualquier libro de texto de los últimos cien años vemos la reproducción de la enjuta figura de Bolívar rodeado de la aureola y de los símbolos que lo incorporan a las deidades históricas que concitan la fe y el respeto de los pueblos.

Los escolares de todos los tiempos, gracias también a la palabra del docente, han escuchado con emoción las gestas del venezolano que con su prédica republicana y la fuerza de las armas, liberó del yugo español a buena parte del continente americano.

Esa veneración y respeto -con frecuencia criticados argumentalmente por algunos historiadores- han prevalecido en nuestra cultura y se han insertado en las normas legales, a través de las cuales se prohíbe la utilización del nombre o la figura de Simón Bolívar para fines político-partidistas, o para cualquier otro propósito que ponga en riesgo el respeto a la figura de El Libertador o que vaya en contra de sus ideas republicanas. Así, no se permitía a los partidos utilizar el nombre o la efigie de Bolívar para ganar adeptos o para sus eslóganes y campañas electorales.

En síntesis, El Libertador era el héroe republicano a imitar y respetar. No hay venezolano que no sepa de memoria una o varias de sus frases, sobre todo las relativas a su rechazo al ejercicio ilimitado del poder, en el que el gobernante se acostumbra a mandar y el pueblo a obedecer.

Tal respeto y tales limitaciones rigieron hasta que quien se dice "bolivariano" llegó al poder y confiscó política y personalmente el nombre de Simón Bolívar. Llamó a su proyecto (ya con visos totalitarios) "bolivariano" y a los grupos armados y listos para agredir a la disidencia los denominó "círculos bolivarianos". Hoy a la FAN, convertida en su guardia pretoriana, le apostilló el calificativo de "bolivariana".

No ha habido límite alguno para quien -según las historias que cuentan personajes cercanos- colocaba una silla vacía, contigua a la suya, y supuestamente iniciaba conversación, convencido de que dialogaba con el espíritu de Bolívar.

Cuentos de palacio aparte, la utilización de la simbología bolivariana -incluida la réplica de la espada de Bolívar o las insignias y medallas honoríficas que se entregan como máxima premiación de la República a ciudadanos distinguidos por sus acciones encomiables -ha sido tan prostituida, que sorprende el obsceno y cobarde silencio de las sociedades bolivarianas y de los altos funcionarios encargados de velar por el buen uso del patrimonio y de los símbolos patrios. La memoria de El Libertador ha sido pisoteada, ultrajada y puesta al servicio de un proyecto político antinacional y represivo a la par que como distinción para los personajes más abyectos del mundo, a quienes Bolívar habría sacado a patadas del palacio, de estar hoy con vida.

¿Cómo iba a imaginar el Padre de la Patria que las réplicas de su espada libertadora las iba a colocar Chávez en manos de unos asesinos que tiranizan a Zimbabue (29 años fraudulentamente en el poder) y Libia (40 años), y que, con sus actos terroristas y corruptos personalizan todo lo contrario del espíritu republicano de Bolívar? "¿Cuál es la diferencia entre Posada Carriles y Gaddafi?" se pregunta Petkoff en su editorial "El rey del terror"? (Tal Cual 01-10-09)

Posada (el terrorista cuya extradición pide Chávez a EEUU) voló un avión comercial cubano en 1976, produciendo 73 víctimas, y Gaddafi voló un avión comercial estadounidense en 1988 y murieron 270 personas, tan inocentes como los pasajeros de Cubana. En 1989 Gaddafi voló un DC-10 francés, en Níger, matando a sus 170 pasajeros.

En ambos casos Gaddafi reconoció su responsabilidad. En 1986 hizo estallar una bomba en una discoteca de Berlín (3 muertos y 200 heridos). En 1985 el "rey de reyes" -como Gaddafi se hace nombrar y reproduce la Gaceta Oficial venezolana- llevó a cabo atentados terroristas en los aeropuertos de Viena y Roma. Mientras Chávez le entregaba al "rey de reyes" la réplica de la espada de Bolívar (cuyo original nunca ha devuelto al Banco Central, quizá por consejo de los babalaos como apunta con humor Petkoff) y le condecoraba con la Orden de El Libertador, Chávez dijo que "Gaddafi era a Libia lo que El Libertador a Venezuela".

La cronista comprobó entonces que el espíritu de Bolívar se ha convertido en el rehén político más vejado, mancillado y violado de todos los presos políticos que tiene Chávez en las mazmorras del país. Por eso no nos extrañe que en la próxima huelga de hambre -porque de que viene, viene y será masiva- los huelguistas clamen también por libertar a El Libertador, preso y confiscado por el régimen más antibolivariano de la historia.

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