viernes, 9 de octubre de 2009

Marcos R. Carrillo P. // Los estudiantes y la defensa de la democracia


Una vez más los estudiantes le metieron los chivos dentro del corral al Gobierno. La fuerza de la razón, la creatividad y el ardor por la defensa de los valores democráticos demostrados en los últimos años y, en especial, durante las últimas semanas son características que siguen siendo la marca de los estudiantes y que deben permear hacia el resto de la sociedad. Las huelgas de hambre, el lobby en el exterior, la sorpresa y organización en la toma de la embajada brasilera, demuestran que hay inteligencia y organización.

Pero más allá de eso, hay un movimiento con características de lucha no violenta que ha demostrado ser tremendamente efectivo para lograr empatía con la sociedad, llamar la atención al mundo sobre lo que sucede en el país y defender la democracia. La mayor evidencia de la eficiencia de las acciones estudiantiles está en la evidente incapacidad del régimen para lidiar con fórmulas de protesta y desobediencia cívicas que dejan en evidencia el carácter totalitario del gobierno.

La innegable irritación del Presidente y sus ministros, la angustia y los retos presidenciales con la burda intención de tratar de meterlos en el juego de la confrontación personal, demuestran que Chávez y su pandilla no saben ni tienen capacidad para debatir ni para justificar sus acciones de talante fascista. Los estudiantes están obligados a seguir en la lucha por la libertad y no caer en el juego de enfrentamientos al que llama el Presidente. La lucha estudiantil no es contra Chávez, es contra el totalitarismo que él encarna y por la democracia.

En la medida que se mantenga claro este objetivo conceptual se sumará gente a la causa. Por otro lado, la creatividad estudiantil debe ahora también dirigirse a que en la sociedad civil se puedan reproducir experiencias similares pero adaptadas a las realidades de cada quien. Ante la evidente falta de democracia que hoy en día existe en nuestro país, la lucha no violenta será la herramienta fundamental para volver a un Estado en el que las libertades sean la regla y no una gracia que el Estado concede de manera caprichosa.

Y el carácter de esa lucha debe ser siempre orientado por la razón. Es en el ámbito de la racionalidad donde los monjes del terror pierden toda esperanza. La razón ha demostrado ser el instrumento más eficaz que se puede utilizar para la lucha por la libertad y la justicia. Ella desequilibra y desespera a los autócratas.

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