La doctrina social de la Iglesia no es una ideología sino teología moral
Recientemente fue publicada la Encíclica "La caridad en la verdad" de Benedicto XVI sobre la cuestión social. Se trata de un tema de actualidad sobre el que se asoma por primera vez el Romano Pontífice, el cual goza de la ayuda divina en el análisis de esta materia y es una de las mentes más lúcidas de nuestro tiempo. Conviene leerla con detenimiento y sin caer en las banderías usuales.
Un periódico, de ordinario hostil a Benedicto XVI, es un ejemplo; este fue el titular de su información: "Un Ratzinger globalizado y de izquierdas". Para leerla con acierto y evitar estas tergiversaciones puede ser interesante valorar algunos antecedentes.
La Encíclica tuvo una larga elaboración. En ella el Romano Pontífice profundiza en la "Populorum progressio" de Pablo VI publicada el 26 de marzo de 1967. El aporte principal de este documento fue destacar la dimensión planetaria del desarrollo. Por los años sesenta las colonias africanas y asiáticas alcanzaron la independencia. Este fenómeno originó un orden internacional diferente y puso de manifiesto las desigualdades entre los países desarrollados y aquellos que estaban en vías de desarrollo. .
Así, pues, un papel de trabajo fue elaborado con el afán de publicarlo en el 40 aniversario de la "Populorum progressio", es decir, el 26 de marzo de 2007. Sin embargo, el texto no satisfizo a Benedicto XVI y decidió reelaborarlo. Según algunas fuentes, la primera Encíclica del Papa fue escrita personalmente por él; en la segunda y en la tercera pidió algunas colaboraciones; pero en la actual parece que intervinieron bastantes manos.
Durante los cuarenta años que nos distancian del documento de Pablo VI se han producido muchos cambios. Por los años sesenta dominaba la escena internacional la guerra fría y la división entre Oriente y Occidente. Hoy nos encontramos ante un mundo multipolar y en el que la globalización se ha intensificado.
El orden universal es más necesario y, a pesar de ello, resulta difícil conjugar los intereses nacionalistas en un mundo multipolar (el último acuerdo global fue el de la OMC alcanzado en 1995). La crisis financiera internacional ha revelado la gravedad de los desequilibrios entre las naciones y las desigualdades sociales. Asimismo ha descubierto la falta de ética y la instauración de una mentalidad egoísta pendiente sólo del propio provecho.
Benedicto XVI no se limita a examinar estos problemas con sus conocimientos y sabiduría, sino que se apoya en la Revelación cristiana, porque para conseguir el desarrollo humano integral y universal preconizado por el Papa se requiere la verdad de Jesucristo plasmada en la doctrina social de la Iglesia.
Por esta vía puede superarse el capitalismo de casino que, a veces, ha dominado durante estos años la economía de mercado. Esta requiere la complementación de la ética, porque no se contradicen los principios de la ética natural a las rectas leyes de la economía, sino que se complementan.
El desarrollo exige -como ha revelado la reciente crisis - hombres rectos para conseguir un cambio de mentalidad y un mundo más justo.
Conviene subrayar que la doctrina social de la Iglesia no es una ideología sino teología moral. El cardenal Paul Josef Cordes dijo en la presentación de la Encíclica que "la Iglesia inspira, pero no hace política: no tiene soluciones técnicas que ofrecer ni es un partido político".
Es por ello que la doctrina social de la Iglesia, renovada con la Encíclica, no debe ser vista como una "tercera vía" ni como un "programa político" que lleve a la "sociedad perfecta". josemariafelix@cantv.net
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