miércoles, 21 de abril de 2010

Antonio Cova Maduro // 200 años no es nada

Venezuela: el socialismo comunista que se le quiere imponer ni da vida ni puede mantenerla nunca
Poco imaginaron los venezolanos que en el 200 cumpleaños del país que habitan se iban a encontrar profundamente involucrados en la misma lucha que ahora conmemoran.

En efecto, un día como este pasado lunes, hace justamente 200 años, un grupo de criollos, adelantándose al desarrollo de los graves acontecimientos europeos de la época, decidieron que era hora de comenzar, ellos mismos, a asumir la conducción de su destino.

No es que fueran originales en el intento. Después de todo, el mismo pueblo de Madrid hacía ya dos años les había dado el ejemplo cuando le dieron la espalda a la entreguista posición de la Corte Borbónica, tomando las armas contra el ocupante francés.

España, de hecho, no tenía ya gobierno legítimo; y ello empujaba a sus distintas colonias americanas a asumir una postura emancipada. Finalmente, vientos de cambio y severos cuestionamientos al poder monárquico habían preparado el terreno. En la propia España los españoles ya luchaban por su emancipación.

Mientras, en Caracas, lo que no imaginaron quienes desatarían la revuelta, ese 19 de Abril de 1810, era el arduo y agónico camino que les aguardaba.

No hubo, en efecto, territorio americano donde la lucha por la emancipación alcanzara tal nivel de violencia; prácticamente, desde el mismo momento que se secó la tinta de su Declaración de Independencia. Tampoco hubo país de América donde el colonizador pusiera tanto empeño en mantenerse en el poder, ni donde contase con tanto apoyo de los propios habitantes a quienes supuestamente se procuraba emancipar.

La guerra de independencia entre nosotros fue una guerra de verdad; peor, fue una guerra social, donde se dirimirían viejas deudas e injurias imperdonables. Pero fue también, no lo olvidemos, una guerra liberadora de nuestras viejas cadenas y de nuestra ancestral sumisión. Por eso, los venezolanos que entraron a pelear en 1812 ya jamás serían los que iban a concluir la tarea en Carabobo.

Habíamos cambiado definitivamente. Éramos ahora un pueblo igualitario y respondón, e ilusionado con una libertad que no estábamos dispuestos a perder; y en la lucha por conseguir y consolidar esa libertad habíamos intervenido todos. La Venezuela de hoy es la que emergió de aquella dura epopeya.

Y es esa misma Venezuela la que, gracias a Dios, tenemos hoy. Y es por ella, por una patria libertaria y democrática, por la que estamos prestos a batirnos una vez más, cuantas veces tengamos que hacerlo; y cuantas veces seamos convocados a ello.

Lo que resultó una sorpresa es que no fuera contra un ocupante extranjero, un invasor, contra quien tuviésemos que defenderla y mantenerla intacta. No. Ha sido increíblemente de otros venezolanos, de venezolanos atrapados por una secta fiel a tiempos idos -y fracasados-, de quienes hoy toca defenderla. De venezolanos que se reclaman súbditos de otro país.

Hoy, Venezuela entera está convocada a otra batalla: a una batalla para probar de modo definitivo y contundente que el fracasado proyecto social que tanto mal causó al siglo que acaba de morir, NO tiene ni puede tener vida. Y no lo puede porque va contra la esencia de lo humano.

Esa es la gloria a la cual está llamado el pueblo venezolano de este momento histórico: le toca dar testimonio fehaciente de que el socialismo comunista que se le quiere imponer ni da vida ni puede llegar a mantenerla nunca.

Y así, con esta misión sublime, que estoy seguro emprenderemos como lo hicimos cuando los venezolanos concurrieron al llamado de su tierra, nos agarra este 200 aniversario, pletórico de hondo significado. De frente pues, con rostro alegre, a hacer lo que debemos hacer. Y a hacerlo ya, que el tiempo apremia y es mucho lo que está en juego.

Por suerte, los venezolanos de hoy no tenemos por qué acudir a las armas. Ni es el momento ni está en nuestro ánimo hacerlo. Modelos nos sobran de pueblos que en estos tiempos han sabido torcer un destino cruel; y lo han hecho sin disparar un solo tiro, como es el caso de Suráfrica y de todos los países de la Europa del Este.

Pero lo que nos ahorraremos en balas hemos de derrocharlo en coraje, llenos de esperanza de que saldremos adelante, como siempre lo hemos hecho. Por lo demás, nosotros somos los herederos de aquellos venezolanos que tanto nos honran con su ejemplo y legado.

¿Qué más podríamos dejarles a nuestros hijos y nietos que el país que recibimos de aquellos? Nuestros mayores no esperarían otra cosa de nosotros.

antave38@yahoo.com

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