martes, 23 de febrero de 2010

Ravell, otra víctima de Gustavo Cisneros

Por: Alejandro Peña Esclusa

El jueves 18 de febrero, el ex director de Globovisión, Alberto
Federico Ravell, sostuvo una rueda de prensa para explicar las razones
de su salida del canal. Entre otras revelaciones, Ravell denunció que
Gustavo Cisneros contribuyó a su salida, difundiendo calumnias en su
contra, las cuales calificó de “telenovelas”.
A finales de enero, el conocido empresario Marcel Granier denunció
que el cierre de RCTV Internacional se debía, en parte, a las
presiones de Gustavo Cisneros, quien había resultado beneficiado con
la clausura de ese canal de televisión.
Estas denuncias contra Cisneros no me sorprenden, puesto que
conozco bien cómo actúa ese personaje a la hora de atacar a sus
adversarios, recurriendo a los métodos más perversos.
En febrero del año 1985, cometí el “error” de colaborar en la
distribución de un libro titulado “Narcotrafico S.A.”, en donde se
menciona a Gustavo Cisneros. No tuve nada que ver con la elaboración
del libro, ni con su contenido, pero igual Cisneros la emprendió en mi
contra.
El libro fue prohibido, mi oficina fue saqueada por la DISIP, fui
encarcelado, amenazado de muerte, intentaron sobornarme, y fui objeto
de una feroz campaña de descrédito que, entre otras falsedades, me
acusaba de pertenecer a una organización denominada Tradición, Familia
y Propiedad (TFP) y -créase o no- de ¡participar en un complot para
asesinar al Papa Juan Pablo II!
Usando su enorme poder político y mediático, Cisneros me convirtió
-de la noche a la mañana- de un exitoso empresario y un deportista
connotado, en un “nazi, ultraderechista, asesino y antisemita”. No
conforme con eso, ordenó un veto en mi contra, no sólo en su propio
canal, Venevisión, sino en todos los demás medios en donde tenía
alguna influencia.
Aunque han pasado ya veinticinco años desde ese episodio,
increíblemente el veto todavía se mantiene.
Fui el primero en señalar los vínculos de Chávez con Fidel Castro
y con las FARC (1995); el primero en acusarlo ante la Fiscalía por
traición a la Patria (2000); el primero en organizar una marcha en su
contra (2001); fui el primer preso político (2002). Mis libros
circulan en el exterior, no sólo en español, sino en portugués y en
inglés. Los expertos me consideran una autoridad en temas relacionados
con el Foro de Sao Paulo. Me invitan constantemente a dar conferencias
en diversos países. Me honran con títulos académicos y corresponsalías
de medios internacionales. He sido condecorado por gobiernos
extranjeros. Presido una prestigiosa plataforma de 200 ONGs
latinoamericanas. Y, sin embargo, por causa de Cisneros, nunca he sido
entrevistado por Leopoldo Castillo o por César Miguel Rondón.
El veto y la campaña de descrédito en mi contra han llegado a
tales extremos de irracionalidad, que los venezolanos deben conocer de
mis actividades a través del canal del Estado; claro, con la dosis de
veneno que le agregan los comentaristas de Venezolana de Televisión.
Es así como se han enterado de que el gobierno boliviano me acusó de
atentar contra Evo Morales; el canal oficial de Argentina de resucitar
la “Operación Condor”; y el canciller venezolano de orquestar un
atentado con misiles contra el avión de Chávez. Y, sin embargo, por
causa de Cisneros, ni Televen, ni El Universal, se interesaron en
conocer mi versión sobre tantas y tan graves acusaciones.
Ciertamente, el veto se mantiene hasta la fecha, pero no sólo
debido al episodio de aquel libro prohibido, sino a que Cisneros se ha
convertido en el principal aliado de Chávez. Cisneros y Chávez saben
muy bien que los mecanismos democráticos que propongo -basados en los
Artículos 333 y 350 de la Constitución- son los únicos que podrían
lograr un cambio de gobierno en Venezuela. Por eso requieren silenciar
al sector de la oposición que plantea una salida constitucional -más
no electoral- a la crisis.
No necesito reconocimientos para sentirme motivado a hacer la
labor que me apasiona. Sin embargo, si mis propuestas hubiesen tenido
la difusión que merecían, los venezolanos se habrían ahorrado muchos
sufrimientos. Habríamos actuado oportunamente, como lo hicieron los
hondureños, y no estaríamos viviendo esta pesadilla.
Después de aquella reunión de junio de 2004, donde Cisneros llegó
a un arreglo con Chávez, por mediación de Jimmy Carter; y luego de las
graves denuncias realizadas por Ravell y por Granier, es hora de
reformular la lucha opositora. No es posible recuperar la democracia,
sin entender el rol de Gustavo Cisneros.
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