(O vaya a Madrid Barajas para que lo traten como a un hampón)-
Alberto Rodríguez Barrera
Al Rey de España, como alerta
Con el orgullo humilde de quien paga sus gastos con ahorros por ingresos que pocos facilitan, a diferencia de quienes deambulan por el mundo con recursos y derroches materialistas públicos y "apoyáos", el suscrito decidió finalmente (y casi pudo) tomarse diez días para sí en España, tras diez años de estructurar persistentemente palabras de inquietud y alerta sobre lo que ya es hoy el evidente y rotundo fracaso del chavismo, donde tirios y troyanos camaleónicos han acumulado insólitas fortunas a costa de una mayor desgracia para el pueblo venezolano.
El motivo de fondo de mi viaje no podía ser más hermoso: el bautizo de mi segundo nieto y el matrimonio de mi tercera hija, actos de amor a realizarse en Barcelona, junto a la Costa del Sol, llena de recuerdos inolvidables de mi juventud. Diez días, para conocer y descubrir al nuevo nieto y asistir a la felicidad de mi hija, parecían un premio superior a los "cantos de traición" de Miami y a los reacomodos de las sectas intocables y cerradas que son mantenidas, en sus baraturas de preferencias con baberos, para hacer de la política oficio de mohatreros.
Hacía ya una semana que mi segunda hija y mi primer nieto habían partido de Caracas hacia el mismo fin de alegría familiar en Barcelona. Yo ahora viajaba con la madre de mis hijas y un amigo director de teatro que ya es de la familia, quienes habían visitado a España en varias ocasiones y con una documentación idéntica a la que ahora llevábamos, la misma utilizada por mi hija y mi nieto la semana anterior para entrar a España sin ningún problema. Nada nuevo bajo el sol.
Pero nosotros tres, inesperadamente y en el aeropuerto Madrid Barajas, fuimos retenidos selectivamente por la Dirección General de la Policía y de la Guardia Civil del Ministerio del Interior de España. ("Selectivamente" porque los demás pasajeros pasaron lisos, como parte de una cuota numérica aprobada, diferente a una cuota numérica no aprobada, como pude dilucidar luego, en homenaje a Franco y a Chávez.)
Extraña e incómodamente esperando que se nos informara sobre la causa de la retención y pendientes por la partida próxima del vuelo de conexión que nos llevaría a Barcelona con las maletas, comenzó a hacerse presente lo que no fue otra cosa más que un suspicaz interrogatorio neofascista y kukuxklanero, al estilo unilateral chavista, que ariamente exigía que justificáramos el motivo y las condiciones relativas a nuestra estancia en España. Y quizás fueron sorprendidos o decepcionados por la sencillez de las respuestas: el bautizo de un nieto españolito, la boda de una hija residente, reuniones de amor y esas cosas de familia, tan poco falangistas y testaferras.
Quizás fue debido a tales inabordables o incomprensibles razones, para ellos sin escenas del crimen, que los policías sin ojos ni oídos decidieron reorientar su propio motivo y condiciones inquisitoriales hacia el dinero, con recias sospechas sobre las cantidades que traíamos en bolsillos, carteras o maletines (qué falta les hiciste, Antonini), inquiriendo sobre cómo era eso de reservas en tarjetas de crédito y, quizás por no desaprovechar lo más mínimo del abuso y el atropello, sobre lo que se les ocurriese de nuestra vida personal…
Buscando torear dudas -y no delatar nuestro parentezco con el gánster Al Capone, el traficante Pablo Escobar, el espía carneteado Franklin Durán, o alguno de los conquistadores con peto y casco de hierro que vinieron a cultivar oro y plata-, mostramos nuestros pasajes de ida y vuelta a Caracas, delatamos el Hostal de Barcelona donde reservamos hospedaje, ofertamos nombres y direcciones de los novios residentes y demás evidencias exigidas al boleo (con b larga) por estos restos del franquismo y otros abusos más antiguos.
Pero el falangista policía, evidentemente zarzuelero y ajeno a los vericuetos tecnológicos de la computadora o sumamente cuidadoso para evitar nuestra invasión colonizadora y contaminadora de la "madre patria", nos hizo saber que el nombre de mi hija residente no existía, no estaba "en la lista" (oh, Tazcón) de su registro o sistema electrónico, con lo cual buscaba hacernos sentir culpables por tan imaginada y falsaria falla ajena, ridiculez de picaresca que el hombrecito pretendió exaltar más aún con un detectivesco arqueo de ceja y una mirada de sospecha renacuaja.
Mantuvimos la seriedad para salvar semejante escollo, y aprovechamos su pregunta sobre "cómo confirmar lo que decíamos" dándole los teléfonos de la casa y el celular de mi hija; y entonces salió a confirmar que estábamos efectivamente invitados a su boda, cosa que era "lo único que necesitamos, no se preocupen."
Pero ese fue el no se preocupen más preocupante de todo, ya que tenía el subtexto del cinismo hipócrita chavista: había que entenderlo al revés. Y así fue. No la contactó, no confirmó nada, y vaya usted a saber qué concordaban en sus murmullos de cenáculo a la vista. Franco, sin duda y desde el infierno, parecía haber tomado ya su decisión. El no se preocupen se transformó en minutos en ustedes no pasarán. Y entonces nos pasaron a una habitación minimalista, con sólo una silla, sin ventanas pero con llave, donde ocho venezolanos más, de la cuota numérica no aprobada para ese día o vuelo, estaban por los suelos del corral, incluyendo un niño con una pelota, reclutado también en la cuota no aprobada, sin ser soldadito hitleriano.
Como indios enjaulados en carabela de exhibición, se nos informó con ladridos lo que sucedería de ahí en adelante: que quizás esa tarde o el día de mañana se decidiría nuestra suerte, que tendríamos un abogado de gratis en un interrogatorio policial más a fondo, que luego se aprobaría oficialmente la "Denegación de Entrada en la Frontera" (el aeropuerto) para regresarnos al país de origen, que dormiríamos en camas y en un lugar de detención ubicado en el techo del aeropuerto, durante uno, dos o más días, dependiendo de la aparición de los abogados, que habría comida gratis, que las pertenencias personales como medicinas, celulares y otras que consideraran pertinentes serían retenidas, que las medicinas se nos darían a solicitud y bajo supervisión…
Tampoco había duda de que el equipaje de la cuota numérica no aprobada hacía rato que se había desembarcado, pese a una decisión no tomada que ya estaba tomada. Y uno de los presos comentó: "Supongo que habrá que agradecerles por todo esto."
Y un policía de falange oficialista dura contestó: "¡Agradézcanle a su presidente payaso!" Para mí no hubo duda de que estábamos frente al más puro comportamiento chavista por parte de su ibérico aliado antichavista.
Cuando mi amigo el teatrero manifestó su necesidad de un medicamento para su condición cardiaca, que estaba en su maleta, le trajeron a unos gorilones que pretendieron llevarlo hasta la maleta colocándole unas esposas, obligándolo a reaccionar muy efectiva y dramáticamente mandándolos bien lejos para el carajo, con un qué bolas tienen ustedes y demás, ya que ni en Venezuela había logrado alguien semejante degradación.
La prisión disimulada del techo aeroportuario tenía treinta y una camas, cuatro por habitación, y otra especial con siete camas y una cuna, más un corralón de estar con incisiva luz blanca y mesones y sillas que los prisioneros debíamos dejar de punta en blanco tras la tristeza minusválida que era lo que pasaba por comida. Cuando entramos los nuevos seleccionados a este limbo, otro policía fascista apareció para gritar los nombres de los venezolanos que ya estaban ahí, alrededor de quince ya denegados de entrada, ordenándoles prepararse porque saldrían inmediatamente en un avión de vuelta a Caracas, en el vuelo de las tres. Lo único que le faltó a su lujuria absolutista fue el gargajo del escupo, para lo cual estaba muy capacitado. La despedida de los retornados, hartos ya de tan baja realeza, fue con diversificadas mentadas de madre para el chavismo antichavista que Venezuela y España nos donan.
La cuota numérica no aprobada que partía a las tres era sustituida por la cuota numérica nueva que llegaba, nosotros, que quién sabe cuándo partiría. La cosa estaba clara dentro de esta patraña oscura, poco quijotesca y muy hija de puta. El número telefónico de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela, que la policía española tenía puesto junto de las tres líneas telefónicas que ahí había, no era el número de la susodicha Embajada, y no se ponía el número correcto por alguna razón de la SS hitleriana (otros números alternos obtenidos por contrabando, de la Embajada y Consulados venezolanos, jamás fueron atendidos, ni de día ni de noche). Pero permítasenos obviar, en aras de la brevedad, otras diversas especificidades de este primer acto de la saga prevista y pret-a-porter del nuevo "neofascismo socialista" ibérico.
El segundo acto de "La Trampajaula Madrid Barajas" fue la "formalización" o "legalización" del abuso indigno, también fríamente calculado. Cuando les dio la gana, los retenidos fuimos bajados a otro piso para el interrogatorio policial más a fondo, donde un más denigrante y humillante "agente encargado de control" se hizo acompañar por un servil "letrado" abogado, quien enseguida nos hizo firmar un papel donde lo aceptábamos como "defensor de nuestros derechos" y otro papel donde aclarábamos que sus servicios legales eran gratuitos para nosotros los foráneos (quedaba así sellado el cobro del abogado a algún zapatero remendón de oficialista facturación chavista).
Los tres inocentes que iríamos al bautizo y la boda, amorosamente previstos para el día siguiente, obtuvimos prioridad de aceleración para ser interrogados en la tarde de los cuchillos largos, cosa esta que consistía en el mismo mancillar y menoscabar hamponil de las preguntas anteriormente afrontadas y en un trato "sutil" de impugnación, repugnancia, detracción, ofensa, desacreditación, injuria, infamación, ignominia y otras lindezas de vileza magistralmente ejecutadas, con el más absoluto silencio de nuestro "letrado defensor" y pese a nuestras razones honestamente manifestadas, y con una descarada manipulación en contra de nuestra esperanza de asistir al bautizo de mi nieto y el matrimonio de mi hija. Había que ser absolutamente implacables con este tipo de actividades anti natura en las tierras del generalísimo Franco.
No se interrogó a los demás retenidos hasta que, cinco minutos después, ni uno más, se nos entregaron nueve cuartillas originales, mecanografiadas, selladas y firmadas que incluían: a) Denegación de Entrada en la Frontera, con una firma ilegible correspondiente al "agente encargado de control"; y b) Notificación de Resolución Denegatoria de Entrada y de Retorno, con firma ilegible correspondiente al "Jefe de Servicio de este Puesto Fronterizo, en su calidad de sustituto del Jefe del mismo". Cabe señalar que la firma ilegible es idéntica en cada documento: el "agente" y el "Jefe" son una y misma persona, pero el "Jefe" afirma cínicamente ser otro en su Notificación de Resolución:
"Visto el informe propuesta y documentación remitida por el funcionario del Cuerpo Nacional de Policía con carnet profesional No. 93571…" (Es lo que popularmente se llama pagar y darse el vuelto. Muy chavista y digna de Isaías Rodríguez la cosa.)Fue aquí, ya con la tramposería de los documentos denegatorios en mano y en plena oficina inquisitorial llena de cómplices "letrados defensores", facinerosos policías neofascistas y humillados retenidos tratados como puercos, cuando el suscrito finalmente dejó volar los tapones y lanzó a toda voz la primera lenguarada de protesta indignada, exigiéndoles vergüenza por la mediocridad de sus atropellos, recordándoles al dictador Franco y sus vilezas y a mi padre Valmore Rodríguez que recibió feliz en Venezuela a miles de españoles dignos e indocumentados que huían de la infamia y las bajezas fascistas… Ni les menté la madre ni les sugerí por donde meterse sus documentos denegatorios que no firmamos, ya que la sorpresa pálida de su silencio dio en el blanco de sus culpas "leguleyas": "resolución de denegación de entrada en la frontera con arreglo al artículo 60.1. de la L. O. 4/2000, reformada por la L. O. 8/2000, reformada por la L. O. 14/2003, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España…" (En estos casos, como nos consta, la ley y la trampa hacen y constituyen una misma porquería. Nada que ver con una estrategia o política idónea y coherente que sirva para optimizar alguna problemática de inmigración.)
Más que interponer un recurso contra la resolución de denegación de entrada y de retorno (que tan estúpidamente está aplicándose en Madrid Barajas por cuotas numéricas), sugerimos que, antes de cogerla con la falta de una "invitación adecuada" para asistir a un bautizo y a una boda, cosa que es menos importante, como motivo y objeto de la estancia, que pasajes de ida y vuelta y reservaciones en hospedajes, las autoridades españolas deben considerar y darse en los dientes y el cerebro con los otros ocho motivos de denegación que indica su propia Ley, y con los cuales no incumplimos, como son:
1) carecer de documento de viaje válido; 2) Estar en posesión de documento de viaje falso / falsificado / alterado; 3) Carecer de visado o permiso de residencia válido; 4) Estar en posesión de un visado o permiso de residencia falso /falsificado / alterado; 5) Haber permanecido ya tres meses durante un período de seis meses en el territorio de los Estados Miembros de la Unión Europea; 6) Carecer de medios de subsistencia suficientes en relación con el período y las modalidades de su estancia, así como para regresar al país de origen o tránsito; 7) Estar inscrito como no admisible en el SIS en el registro nacional; y 8) Ser considerado como peligroso (a) para el orden público, la seguridad interior, la salud pública o las relaciones internacionales de uno de los Estados Miembros de la Unión Europea.
Esos motivos son un poco más serios, especialmente cuando desaparecen datos de la computadora neofascista y no hay voluntad o capacidad alguna para confirmar una boda, para no hablar de un buen comportamiento humano. Para mí no es sólo la tristeza de no haber acompañado a mis seres queridos en instantes realmente importantes de la vida. Es también la pena con un Rey que manda a callar tan bien, y cuya atención es muy requerida por los policías acomplejados de Madrid Barajas.
Y véase lo siguiente: al día siguiente de nuestro retorno forzado a Caracas, con el pasaporte de la República Bolivariana de Venezuela marcado por una cruz de rechazo que nos haría permanentemente sospechosos en los aeropuertos, la batalladora madre de mis hijas compró otro pasaje para volver a España, y llegó a Barcelona sin problemas, con la misma documentación o falta de ella, y quizás ayudada por la buena suerte no empavada del viejo pasaporte de la República de Venezuela. Claro: también ella se perdió de la boda, pero logró estar presente para el bautizo del nieto… Ella también sabe que payasos hay en todas partes